Anniversario
Hoy se cumplen 45 años del secuestro de mi madre. Mi padre debe estar en la iglesia, rezando por ella. No pierde las esperanzas. Mi hermano, siempre tan formal, llamó desde Sidney y me dijo que estas cosas nos unían más. Yo no le dije nada. También llamó el comandante de la policía. Hubiera preferido, a esa parodia de nuevas pistas y pronto suceso, que confesara de una vez por todas su incapacidad. Es igual que mi padre.
Ayer mi padre recibió una nueva nota de los secuestradores. Una vez más han reducido sus pretensiones, pero no terminan de admitir su fracaso. Debo reconocer que ya los he perdonado: de un modo ominoso y fatal, ellos también se han convertido en secuestrados. Quizás jamás hubieran tocado a mi madre si hace 45 años mi padre no hubiera alardeado acerca de una fortuna que sólo existía en su imaginación. Y si hoy él, en vez de dar largas al asunto olvidara su orgullo y fuera sincero con ellos acerca de su situación económica, quizá ellos se alegrarían más que nosotros y liberarían pronto a mi madre. Pero no. Y así yo me quedo sin poder conocerla. A través de fotos no es lo mismo.
Todos, mientras tanto, envejecemos.